martes, 29 de agosto de 2017

EL DIA DEL ARBOL EN LA ARGENTINA: DIA DE ESPERANZA Y VIDA



En la República Argentina el principal impulsor de la actividad forestal fue Domingo Faustino Sarmiento (Presidente de la Nación de 1868 a 1874) que en un discurso subrayó: "El cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable" y agrega: "La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella ¡Arboles! ¡Planten árboles!".

Treinta años después,  el 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación, en base a la iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, instituyó esta fecha, en celebración al "Día del Árbol", cuyo festejo se concretó a partir de 1901. El Árbol Forestal argentino es el quebracho colorado chaqueño que no debe confundirse con la Flor Nacional que es el Ceibo. Otra fecha vinculada  con el Día del Árbol es el Día Forestal Mundial, establecido desde 1971 por la FAO, el 21 de marzo.

El primer país que instituyó un día en el año para hacerle honor al árbol fue Suecia allá por el año 1840, cuando en esta Nación se tomó conciencia de la importancia que tienen los recursos arbóreos, de la necesidad de enseñarle a los niños acerca de estas plantas, y del cuidado que se les debe brindar y de practicar la conservación de los mismos.
Años después muchos ciudadanos suecos viajaron hacia Estados Unidos y llevaron con ellos la herencia cultural del día del árbol, lo que trajo como consecuencia que los estadounidenses en 1872 establecieran su día especial del árbol. A partir de allí comenzaron a establecerlo los otros países del continente y del mundo.


ANTONIO MACHADO:"La gracia de tu rama verdecida"

Árbol, buen árbol, que tras la borrasca 
te erguiste en desnudez y desaliento, 
sobre una gran alfombra de hojarasca 
que removía indiferente el viento...

Hoy he visto en tus ramas la primera 
hoja verde, mojada de rocío, 
como un regalo de la primavera, 
buen árbol del estío.

Y en esa verde punta 
que está brotando en ti de no sé dónde, 
hay algo que en silencio me pregunta 
o silenciosamente me responde.

Sí, buen árbol; ya he visto como truecas 
el fango en flor, y sé lo que me dices; 
ya sé que con tus propias hojas secas 
se han nutrido de nuevo tus raíces.

Y así también un día, 
este amor que murió calladamente, 
renacerá de mi melancolía 
en otro amor, igual y diferente.

No; tu augurio risueño, 
tu instinto vegetal no se equivoca: 
Soñaré en otra almohada el mismo sueño, 
y daré el mismo beso en otra boca.

Y, en cordial semejanza, 
buen árbol, quizá pronto te recuerde, 
cuando brote en mi vida una esperanza 
que se parezca un poco a tu hoja verde...

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